ESTRIBANUBES Y RASCACIELOS

     Estribanubes Lissitzky

     LA RAZÓN. JUEVES 2 DE ENERO DE 2003

     Antonio García-Trevijano Forte

     Todos los proyectos de edificación altísima sobre el solar de las Torres Gemelas de Manhattan aspiran a satisfacer necesidades espirituales del religioso pueblo estadounidense, antes que a colmar de especulaciones inmobiliarias el hoyo cavado por la barbarie en la superficie de la Zona Cero, la más cara del mundo. Los metros cuadrados dedicados a la glorificación de la memoria de los muertos pesarán más, en la balanza decisoria del concurso, que los destinados a gestionar el poder del capital sobre el mundo de los vivos.

     La espiritualidad del ser humano se ha manifestado en todas las civilizaciones con edificaciones tendentes a llegar a la morada celeste de los dioses. La realización del mito de la Torre de Babel, que inspiró a Tatlin la maqueta en espiral infinita para el «Monumento a la III Internacional», ha sido una constante aspiración de la humanidad, desde la edad de la piedra a la del acero, desde los dólmenes y esculturas de la isla de Pascua hasta las Torres Gemelas. Pero el modelo babélico, que es un claro mito de poder, se ha renovado en los momentos estelares de cada civilización, con formas arquitectónicas tan grandiosamente diferentes que hoy definimos la cultura de los pueblos por el tamaño y simbolismo de sus construcciones.

     Una cultura solar construyó las pirámides egipcias sobre la necrópolis de los faraones. Una cultura cósmica edificó el Partenón de los dioses sobre la Acrópolis griega. Una cultura metafísica erizó las catedrales con agujas al cielo para huir del temor medieval al infierno. Una cultura bizantina las culminó con cúpulas doradas como la esfera celestial. Una cultura capitalista rascó el cielo, con edificios piramidales y remates góticos, los beneficios de la escasez de suelo. Y una cultura comunista puso estribos cúbicos a las nubes celestes de la igualdad. El rascacielos no encontró su propia arquitectonia hasta que el «estribanubes» cúbico se la proporcionó.

     La palabra inglesa rascacielos («skyscraper») era muy apropiada para designar aquellos anchos edificios, de construcción tradicional, que multiplicaron el número de plantas en bloques escalonados (los materiales y técnicas de construcción no permitían otra estructura) y los remataron en pirámides o conos puntiagudos, inhabitables, que parecían rascar el cielo. El ático («penthouse») en las nubes del poder sólo lo hizo posible el cubismo de las torres de acero y cristal que diseñaron los pintores y escultores bolcheviques de los «arquitectones estribanubes», derivados de la maqueta de Tatlin para el Monumento a la III Internacional.

     El más visionario de los arquitectos bolcheviques, El Lissitzky, diseñó el proyecto de construcción de ocho arquitectones cubistas para la urbanización futurista de Moscú, a los que, por su extraordinaria altura, llamó «Estribanubes». El escultor comunista polaco, Vladislav Strzeminski, casado con la discípula de Tatlin, Catarina Kobro (creadora de elegantes composiciones abstractas en láminas de acero pintado), simplificó el proyecto de «Estribanubes» con criterios matemáticos y geométricos tan simples como colocar un rectángulo vertical altísimo sobre, o junto a, otros horizontales cruzados en línea perpendicular o diagonal.

     Las modificaciones de las leyes urbanísticas en los países occidentales, compensando en altura los volúmenes edificables en una amplio solar, se hicieron para permitir esos arquitectones, con los que el constructivismo internacional ha transformado la silueta de las grandes ciudades y las costas turísticas del mundo entero. Jamás pudieron pensar Lissitzky y Strzeminski que lo imaginado por ellos, como ideal de urbanización de una sociedad sin clases sociales, pudiera convertirse en el más formidable instrumento de especulación inmobiliaria y de una acumulación de capital más rápida y salvaje que la realizada en la primera fase de la expansión industrial.

de MCRC Alicante Publicado en ARTE

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