La ideología nacionalista

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     El nacionalismo es una ideología y movimiento sociopolítico que surgió junto con el concepto de nación, propio de la Edad Contemporánea en las circunstancias históricas de la llamada era de las Revoluciones (Revolución industrial, Revolución burguesa, Revolución liberal) desde finales del siglo XVIII.

     También puede designar al sentimiento nacionalista y a la época del nacionalismo. En esta entrada, haremos referencia al nacionalismo como movimiento sociopolítico.

     Como ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente identitario, dentro de una comunidad política; y parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el Estado:

  • El principio de la soberanía nacional: que mantendría que la nación es la única base legítima para el Estado.
  • El principio de nacionalidad: que mantendría que cada nación debe formar su propio Estado, y que las fronteras del Estado deberían coincidir con las de la nación.

     El término nacionalismo se aplica tanto a las doctrinas políticas como a los movimientos nacionalistas: las acciones colectivas de movimientos sociales y políticos tendentes a lograr las reclamaciones nacionalistas.

     En ocasiones también se llama nacionalismo al sentimiento de pertenencia a la nación propia, algo en principio identificable con el patriotismo, pero distinto si va más allá del mero sentimiento e incorpora contenido doctrinal o acción política en un sentido concreto.

     La historiografía también usa el término nacionalismo para referirse la época del nacionalismo: el periodo histórico de formación de las naciones y el surgimiento de la ideología y movimientos nacionalistas, lo que ocurrió en torno al siglo XIX, coincidiendo con las revoluciones liberales o revoluciones burguesas. En el siglo XX se produce una renovación del nacionalismo, en el periodo de entreguerras vinculado al fascismo, y tras la Segunda Guerra Mundial vinculado al proceso de descolonización y al tercermundismo, cuando surgen numerosos grupos denominados Movimiento de Liberación Nacional.

     Hay dos conceptos de nación:

  • La histórica (también llamada «objetiva«).

     El nacionalismo primero, es cultural y corresponde al idealista de los filósofos alemanes, Johann Gottfried Herder, y Johann Gottlieb Fichte, que posteriormente fue deformado y exagerado, reorientado hacia la conquista del poder y ha dado fundamento a los grandes proyectos nacionalistas de carácter político que habían conducido al estado fascista en Italia, nazi en Alemania, al franquismo en España, y al salazarismo en Portugal. El nacionalismo parece, así, la fuente de las dictaduras modernas. En el comunismo, la derivación nacionalista permitió el triunfo del comunismo en un sólo país (frente al universalismo de la Primera y la Segunda Internacional).

     El idealismo alemán de principios del siglo XIX y el nacionalismo cultural

     Johann Gottfried Herder se opone a la idea ilustrada de la razón, porque el hombre es un organismo completo y no se le puede fragmentar, es un ser unitario y es necesario utilizarlo articuladamente. Para hacer historia es necesario el Einfühlung, que es sentir dentro del otro, la empatía, y dentro de ella hay dos tipos, una que es posible y otra que es imposible. Por ejemplo:

  • Para entender la poesía escandinava antigua, es necesario haber cruzado el Mar del Norte y sufrir una tormenta, como él ha sufrido.
  • Para conocer los textos de la Biblia, hay que vivir como pastores nómadas, no sirve solo la razón.

     Según Herder, una persona no puede separarse de su contexto, por eso predomina el lenguaje, que no nos sirve sólo para transmitir ideas, sino que es algo vivo que centra sentimientos y razón.

     La razón está unida al lenguaje, no se puede pensar sin lenguaje (“lo que no se puede expresar, no se puede pensar”) pero para Herder no es algo artificial en el hombre, sino que es una creación espontánea y popular. El lenguaje para Herder no es solo un instrumento. Otra idea sobre esto es que no hay un solo lenguaje, sino varios como el metafórico o incluso otro anterior basado en gritos o gestos. A medida que el lenguaje se vuelve más reflexivo, pierde interés, y por eso Herder investiga sobre las primeras literaturas. También buscará otros lenguajes que van a ser un componente del espíritu de un pueblo.

     Herder fundará la Filología Eslava. Herder pierde la idea del gusto, con el que se medía la belleza de las obras de arte en el siglo XVIII, y plantea que no hay ideales del gusto, sino que estos dependen de cada cultura y momento histórico.

     Johann Gottlieb Fichte, por su parte, no aceptaba el argumento kantiano sobre la existencia de los noumena o «cosas en sí», realidades supra-sensibles más allá de las categorías de la razón humana. Veía la rigurosa y sistemática separación entre las «cosas en sí» y las cosas «tal y como se nos representan» (phenomena) como una invitación al escepticismo.

     En vez de aceptar dicho escepticismo, Fichte sugirió radicalmente que se debía abandonar la noción de mundo noumenal (y la «cosa en sí«) y en su lugar aceptar el hecho de que la consciencia no tiene su fundamento en el llamado «mundo real» representado imaginariamente como «afuera» de la consciencia cognitiva. De hecho, Fichte es famoso por su original argumentación de que la consciencia no necesita más fundamento que ella misma: de esta forma, el conocimiento no parte ya del fenómeno, sino del Sujeto en cuanto dota de sentido al mismo proceso cognitivo. Es así que se crea el Idealismo: la realidad epistemológicamente hablando, es un producto del sujeto pensante, en contraposición al realismo ingenuo y al empirismo, el cual afirma que los objetos a conocer existen independientemente del sujeto que los percibe.

     Esta noción finalmente se convirtió en la característica definitoria del Idealismo Alemán y, por lo tanto, en la clave esencial para la comprensión de la filosofía de Hegel. Fichte aunque en alguna medida rompe con el criticismo de Kant, es al mismo tiempo el enlace entre Kant, -su maestro-, y el giro hacia el Sujeto que caracterizará a todo el Idealismo Alemán. En este sentido y a pesar de las opiniones escritas de Kant mismo, Fichte se ve a sí mismo como continuador consecuente de la obra de Kant. Según Fichte (Fundamento de toda Doctrina de la Ciencia) se trata en última instancia de proseguir las consecuencias epistemológicas y ontológicas contenidas en la postulación del Sujeto kantiano. Las categorías en Kant no tienen génesis, son dadas, son innatas, mientras en Fichte las categorías sí tienen génesis, pues son autopoyéticas, se construyen en la interacción universal y necesaria entre el «Yo» y el No-Yo», y su síntesis.

     En su famoso trabajo Fundamento del derecho natural, Fichte establece que la auto-consciencia es un fenómeno social. Es decir, él afirma que aunque su existencia depende de los objetos del mundo externo, sin embargo, la mera percepción de estos objetos externos depende de la auto-consciencia. La solución de esta paradoja, para Fichte, es que un ser racional adquiere su consciencia plenamente cuando es «evocado» como consciente por otro ser racional fuera de él mismo.

     A causa de esta necesidad de relación con otros seres racionales para la consecución de la consciencia, Fichte afirma que debe haber una «relación de derecho» en la cual haya un mutuo reconocimiento de racionalidad por ambas partes. Fichte siempre estuvo vinculado a los valores de la Revolución Francesa y a la defensa de su Patria dividida frente a la Invasión de Napoleón y a la Poliarquía pre-moderna que la gobernaba en desunión y sin Constitución. En economía desconfiaba del Librecambismo, y sus consecuencias y abogó por llamado «Estado comercial cerrado» que implica una economía regulada y solidaria, con elementos de proteccionismo frente a la irracionalidad del mercado.

     Al final de su vida, y con la Restauración y la Contrarreforma andante en Alemania, se le acusó de Ateísmo y se le expulsó de la Universidad. De origen humilde, logró estudiar con grandes sacrificios, fue admirador de Kant, pero sus aportes tienen una originalidad propia. Fue además iniciado en la Francmasonería en Suiza.

     El nacionalismo político

     El nacionalismo aparece con la idea moderna de estado-nación (antes, los nacionales eran “súbditos del rey”), tras las revoluciones inglesa y francesa, y la independencia de los EE.UU. En palabras de Karl Marx:

     “Antes de la revolución francesa, los pueblos no sabían que podían ser libres”

     El nacionalismo político vive su edad dorada a finales del siglo XIX y comienzos del XX. La independencia de las colonias españolas y portuguesas, la desintegración de los grandes imperios centroeuropeo (Turco y Austrohúngaro) y el inicio de la descolonización hacen aparecer una miríada de pequeñas naciones ansiosas de reconocimiento y señas culturales e identitarias propias. Europa es una región de penínsulas.

     En la historia del nacionalismo moderno, el primer derecho que es reconocido es el de la libre determinación, con motivo de la independencia de Grecia en su lucha contra los otomanos (entre 1821 y 1832), una lucha que movilizó a un gran sector de la intelectualidad europea, bajo la consigna del derecho a la libre determinación de los griegos en una guerra de independencia contra el imperio otomano.

     En la internacional socialista de 1892, los marxistas austriacos (principalmente Otto Bauer), introdujeron por primera vez el derecho de autodeterminación, y su construcción se hizo por parte de los principales intelectuales dentro del imperio austrohúngaro, que era un mar de pueblos diferentes. Entre los que lo diseñaron, destacaron los judíos, que en aquel tiempo estaban sin territorio.

     En estados antiguos, la independencia es sólo mediante una guerra civil. Sólo si hay fuerzas para derrotar en el campo de batalla a tu enemigo (el estado) uno se puede hacer escuchar e independizarse. Al estilo del juicio de Salomón una criatura no puede tener dos madres, y dos estados no pueden convivir en el mismo territorio.

  • En EE.UU., por ejemplo, hay un proyecto de independencia y una guerra civil que lo resuelve.
  • Grecia en su lucha contra los otomanos (entre 1821 y 1832).
  • En Escocia, en cambio, hay acuerdo de unión con Inglaterra, por medio del Acta de Unión de 1707 (que une dos naciones en un único estado). En 1707 el espíritu, el concepto civil de pertenencia a un estado era diferente. La unidad es fruto de un acuerdo, un contrato. Es el primer precedente moderno de reinos unidos, federaciones y confederaciones. Este acuerdo se hace en el contexto del reciente Settlement de 1701, que establece la primacía del parlamento, y se trae a un rey de un territorio alemán casi insignificante (Jorge I). El acta de unión no es más que la aceptación por parte del parlamento escocés, se subsumirse como parlamento dentro del parlamento inglés. Irlanda siempre había sido una colonia, igual que EE.UU. antes de su independencia.

     Karl Marx, por ejemplo, durante su etapa profesional como periodista, publicó para el New York Daily Tribune en 1854 una serie de artículos, que posteriormente fueron publicados, traducidos por Andreu Nin, como “La España Revolucionaria”. En uno de estos artículos, dijo que el principio de autodeterminación no era aplicable a países como Francia, Portugal, España (habla en realidad de “las Españas” como un conjunto heterodoxo de pueblos con una identidad común) e Inglaterra (con la excepción de Irlanda, que está separada del resto por cuestiones religiosas), porque eran naciones preexistentes, ancestrales, donde no había habido una ocupación o usurpación del poder. Como han logrado la unidad por razones históricas, no cabe autodeterminación. La autodeterminación sólo existe para países colonizados por una metrópoli exterior.

     En filósofo español José Ortega y Gasset es frecuentemente citado por los movimientos nacionalistas políticos vasco y catalán y, por extensión, en otros movimientos nacionalistas europeos Según Ortega, en «la España invertebrada«, la nación es «un proyecto sugestivo de vida en común«) una idea que también toma la Falange. Sin Imperio, sin proyecto exterior, no hay unión porque falta lo esencial. Según Ortega, el separatismo catalán y vasco derivan del carácter individualista del pueblo español, que al no tener una gran empresa exterior, un proyecto imperial, se vuelve sobre sí mismo y se hace cainita, enemigos unos de otros. Por tanto, es culpa de los españoles, de su carácter. «La unidad de destino en lo universal» y «el proyecto nacional» son concepciones orteguianas, que luego son apropiadas por los nacionalistas. Sin embargo, Ortega ignora que las naciones antiguas no son proyectos, sino realidades preexistentes. Ser un proyecto requiere depender de la voluntad de alguien que proyecte.

     Actualmente, la autodeterminación es un derecho reconocido por la ONU a los territorios que hayan sido o sean colonias de países extranjeros.

     Un nacionalismo político aspira a un territorio en el que vivir. El nacionalista auténtico está dispuesto a que haya independencia a cualquier coste, incluyendo una guerra civil. Nacionalismo, militarismo y populismo es una combinación peligrosa. En palabras de G. M. Taber:

     «El nacionalismo demagógico ha incitado durante siglos a los fanáticos culpando de todos sus problemas a otros grupos.» 

     El nacionalismo es tradicionalmente, una ideología de derechas. La clase obrera es la gran perdedora de todos los procesos nacionalistas. Los nacionalismos clásicos son ideologías pro-oligarquías locales, de derechas.

     Marx dijo también que el nacionalismo es una ideología burguesa y de derechas, jamás de la clase obrera, cuya misión no es crear ni fundar naciones, sino luchar por la conciencia de clase obrera y favorecer la creación de empresas y fabricas (no naciones). Literalmente:

     «El nacionalismo es un invento de la burguesía para dividir al proletariado»

     La teoría marxista, desarrollada por Lenin ante la I Guerra Mundial, sostenía que los obreros alemanes no iban a disparar contra los franceses, que la conciencia de clase iba a prevalecer sobre el nacionalismo. Sin embargo, se ve desmontada por los hechos: el nacionalismo abole la conciencia de clase.

     El nacionalismo es la ideología más fuerte jamás inventada. Donde hay nacionalismo, no hay libertad. Un nacionalista no acepta otro objetivo final que no sea la independencia completa. Se crean enemigos exteriores a los que se hace culpable de los problemas, un recurso típico del nacionalismo populista. Casi todos los nacionalismos incorporan una visión que tiende al totalitarismo. En palabras de George Orwell, sobre el nacionalismo:

     «Los nacionalistas no sólo no desaprueban los hechos atroces realizados por su bando, incluso tienen una capacidad increíble para ni siquiera oír hablar de ellos»

     «El nacionalismo es el hambre de poder templada por el autoengaño»

     Paradójicamente, en los últimos años, las oligarquías económicas y financieras se han globalizado, y las izquierdas adoptan ahora el nacionalismo como un intento de usar el estado para defender los derechos adquiridos y las conquistas sociales.

     Así, Antonio Gramsci habla de patriotismo. El capital no tiene patria, porque va buscando el beneficio por encima de cualquier otra consideración. El patriotismo verdadero sólo puede venir de quienes tienen el trabajo en el lugar. Por tanto, según Gramsci, el patriotismo obrero es más de fiar.

     En los casos de pueblos humillados, se fomenta fácilmente el nacionalismo y el complejo de inferioridad, y por medio de un mecanismo inconsciente de compensación, se llega al complejo de “niñitos de oro” (“golden childs”), que es el deseo y la creencia de ser únicos, especiales y diferentes de los demás en todo. Por eso, los bloqueos comerciales y las sanciones normalmente favorecen el nacionalismo más cateto y victimista, son contraproducentes y favorecen las relaciones comerciales ocultas (es decir, la hipocresía).

     Los gobernantes explotan el complejo de inferioridad de los gobernados a pesar que el bloqueo sea justo, pues “los trapos sucios se lavan en casa” pero “mato a quien insulte a mi familia”. Se trata del orgullo de la pobreza, del famoso adagio “soy pobre pero honrado”. No hay ninguna calidad moral en ello, pues la verdad no importa demasiado a una gente que está cegada por su orgullo.

     En todo tipo de regímenes y circunstancias, toda sanción desde el exterior a una nación se transforma inmediatamente en una solidaridad y apoyo de la población sancionada a los jefes y gobernantes y un fomento del nacionalismo. En la España franquista, por ejemplo, existían nacionalismos de derechas (requetés de Conde) y de izquierdas (falangistas de José Antonio). Franco establece un precedente mediante el decreto de unificación de ambos, uniéndolos en un solo grupo, para evitar que hubiese conflictividad (entre ellos no se fían, de modo que se vigilan unos a otros).

     En palabras de Antonio García-Trevijano:

     «Lo más engañoso del nacionalismo es su falso patriotismo. Mussolini, Hitler y Franco son arquetipos de esta fraudulenta política. El patriotismo, sentimiento natural de la especie, pide respeto y piedad por todo lo que la necesidad humana ha hecho común. El nacionalismo, sentimiento cultural de la ambición de poder, pide desprecio e impiedad por todo lo que la libertad o la naturaleza hacen distinto.»

     “El germen antidemocrático de los nacionalismos lo genera la mistificación intelectual de hacer de la nación una persona; de atribuirle cualidades, capacidades y vocaciones que sólo pueden tener las personas individuales, sean físicas o morales. Y ni las naciones ni los pueblos son personas morales. La asimilación de los pueblos a las personas, en sentimientos o en derechos, no puede traspasar el campo de la metáfora, la analogía o la poesía. Si no se respeta esta frontera, si se concibe a las naciones como organismos superpersonales, si se piensa que los pueblos tienen un alma o un espíritu colectivo que los anima y dirige al modo de las vocaciones en las personas individuales, como creyó el idealismo alemán primero y el historicismo después, si se les reconocen derechos de autodeterminación cuando no son siervos, ya no hay obstáculo intelectual que impida hacer de las naciones sujetos inmorales de la historia para seleccionar las fuertes.”

      Algunos patriotismos son vergonzantes, van unidos a un sentimiento de vergüenza por pertenecer a un determinado colectivo o nacionalidad. No es lo mismo de vergüenza que el de culpa (caso de grupos étnicos o nacionalidades que hayan causado grandes conflictos en el pasado). Los hijos no heredan los pecados de los padres (aunque los genes, sí). Los pueblos se recuperan de su pasado. Sin embargo, el discurso del político y del partido nacionalista típico muchas veces explota estos complejos de inferioridad y superioridad nacionales, el resentimiento como ideología y el rechazo el pasado reciente. Su muletilla favorita es:

     «no voy/vamos a permitir/consentir que se denigre a mi/nuestro país».

     El amor a la patria y lo que ésta significa, es difícil de destruir pero fácil de manipular. El patriotismo cateto es, por ejemplo, ofenderse por las críticas que se hagan desde fuera, aunque sean fundamentadas. Zinoviev describe cómo incitar el nacionalismo y subvencionarlo desde fuera es una forma de desestabilizar países y gobiernos. Así se hizo con la URSS.

     Los nacionalismos son grandes deformadores de la historia, se retrotraen a reyes y dinastías que perdieron la continuidad, y a instituciones que dejaron de existir, o que se convirtieron en cosas totalmente diferentes. El historiador o ideólogo comprado tiene una conciencia, aunque sea vendida. Pero muchos historiadores, cegados por el velo nacionalista, tienen verdadera pasión de servidumbre, y escriben la historia como le gustaría leerla a quienes sirven.

     Actualmente, el nacionalismo es más una reivindicación de autonomía fiscal y autogobierno que deseo real de un estado independiente. El «devo-max«, la reclamación de autonomía fiscal completa de Escocia frente al resto de Gran Bretaña, al estilo de lo que ahora existe en el régimen vasco (y que también es reclamado por otros nacionalistas, como los catalanes) parece ser la máxima de las aspiraciones en este sentido: convertirse en un estado dentro de otro estado, con competencia fiscal propia.

FUENTE:

Blog Teoría Antropológica Sociológica

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